viernes, 1 de agosto de 2014

Vivir, morir, en vacaciones


Termina el mes de julio de este verano  raro, tardío, dice la gente, porque nunca se acuerda del anterior. Julio y agosto, los típicos de las vacaciones  se aprovechan para cambiar de aires lejos o cerca, dependiendo de la economía de cada uno.
Parece que decir vacaciones es equivalente a vida maravillosa, a parar, a quedar en suspenso, a dedicarle tiempo a otras cosas que no son las de siempre. Pero no es verdad, el tiempo sigue y los humanos repetimos una y otra vez, las mismas acciones, las buenas, las malas y para  no variar también los mismos errores, los grandes errores de los grandes planes a ejecutar, que son las guerras. 

 El impacto que nos producen las violentas escenas, sin valorar razones ni poner nombres, a los que las hacen, a los que consienten, a los que las sufren y padecen, y que nosotros  contemplamos con impotencia, angustia y pena. Y  aun  siendo posible la manipulación  de las imágenes y hasta de  la historia, nos preguntamos, para qué,  y por qué. Por qué  es que los perdedores nos parecen siempre los mismos;  niños, ancianos, madres, padres, cuerpos rotos,  casas derrumbánose,   polvo espeso, que después de los estallidos  lo cubre todo. 

Al final  las guerras son las decisiones de unos pocos que repercuten en  muchos,  para defenderse dicen... porque "no hay mejor defensa que un buen ataque". En fin para defenderse. 
Pasajera tristeza para los que miramos de lejos. Para los que lo sufren, una horrorosa  tragedia imposible de imaginar.


 Las vacaciones siguen su curso, y las guerras como parte de la escenografía del mundo, también. Tristezas, sin fecha de caducidad.

Purificación.   
Foto: jl.Cernadas.