viernes, 25 de octubre de 2013

Sorpresa, sorpresa

La lectura por si sola suele tener sorpresas, porque las palabras bien colocadas a veces son como proyectiles preparados para impactarnos en el sentido común, en nuestra forma de ver las cosas, pero sobre todo en el corazón, cuando el pellizco del interés ya no hay quien lo pueda soltar.
El libro por si solo, como objeto físico puede tener características para atraer nuestra atención, como el formato, el diseño de la portada, el tamaño de las letras, el título -muy importante- esos títulos de ahora que son una frase a medias, que automáticamente nos provoca  una imagen  y el ansia de saber el porqué y como termina.
Pero a veces un libro nos puede dar  sorpresas muy particulares y personales elaboradas por el  lector  anterior, eso pasa cuando es un préstamo de biblioteca. Como las botellas con mensaje dentro que algún día alguien encontrará.
 Yo lo encontré en forma de sobre que al autor o autora, debía de tener como marca páginas, aunque antes debió de ser también recadero, al ver lo escrito en la solapa del remitente:

          " pechuga de pollo"
"los abuelos se sienten agotados y angustiados, acércate y diles gracias".

Enseguida saqué mis conclusiones, y pensé que estaba  escrito por una mujer, (sin ánimo de nada) son las que están  demasiado pendientes de que los hijos coman y de los sentimientos de los demás; le indica al hijo el menú para ese día y lo que ha de  hacer después, llevar  el alimento, en este caso espiritual,  a los abuelos.
Todo lo demás son  las veces que dio rienda suelta a su creatividad, íntimamente guardada entre las páginas del libro.  Esbozos de poemas que cubren todo el espacio sin dejar un hueco, y que por respeto no voy a reproducir. Yo a veces también hago eso, y me preocupo muy mucho de buscar si me dejé algo antes de devolverlo.
Quizá lo esté buscando, también hay números, para el autor con sentido,  para mi   las dudas de un enigma indescifrable.  Más sencillo es pensar que  el sobre, lo primero de todo, fue un apoyo casual para escribir unas medidas,  o el resultado de un cálculo mental.



 Se me notó en la cara,  al descubrir  "la sorpresa añadida" cuando cogí el libro que me correspondió  esta mañana en el Club de Lectura.  En alguna ocasión se había hablado de esto, de que a veces  sucede, y que es un poco emocionante ver la señal evidente de que un libro es también mensajero de cosas  ajenas a la historia que cuenta, por algún trozo de papel pequeño, mal cortado y apenas perceptible, un tiket de autobús, el resguardo de una compra, que en su momento señaló algo importante  al lector  de turno... 
Pienso si sería de ley volver a dejarlo donde estaba cuando lo devuelva, para  que el siguiente lector tenga el mismo regalo, si es tan influenciable y fantasioso como yo, claro.

Purificación.
   

lunes, 7 de octubre de 2013

Por donde mirar

    Hay algo misterioso en la ventanas que me atrae; las sencillas, las lujosas,  las grandes, las pequeñas y necesarias, cerradas, abiertas y entreabiertas,  las más sugerentes. 
   Las que se ven desde fuera y hay que adivinar lo que esconden si se visten con visillos, las vistas desde dentro útiles para expiar lo de fuera, disfrutar de la vista agradable, o simplemente para que el aire fisgón y controlador, entre y se deje caer por todas las cosas dejando  su huella y se vaya  igual de rápido que entró. Verdaderas privilegiadas porque a través de ellas, sobre todo entrará la magia del día, la luz.
   Mi admirado Johannes Vermeer, pintor holandés, las utilizó muchas veces para aprovechar la luz escasa, de  los países nórdicos,  y a la vez purificadora enfocando  las figuras retratadas, la mayoría de las veces mujeres, siempre en distintas ocupaciones; y en el descuido mirar a lo lejos tratando de averiguar de quién es la silueta que se acerca, o que se va. 


                                                           Johannes  Vermeer

Johannes Vermeer

Johannes Vermeer
                                 
    Carmen Martín Gaite, la también admirada y leída escritora española, escribió este bello párrafo a colación de las ventanas, y las mujeres.

..."Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. En todos los claustros, cocinas, estrados y gabinetes de la literatura universal donde viven mujeres existe una ventana fundamental para la narración, de la misma manera que la suele haber también en los cuartos inhóspitos de hotel que pintó Edward Hopper y en las estancias embaldosadas de blanco y negro de los cuadros flamencos. Basta con eso para que se produzca a veces el prodigio: la mujer que leía una carta o que estaba guisando o hablando con una amiga mira de soslayo hacia los cristales, levanta una persiana o un visillo, y de sus ojos entumecidos empiezan a salir enloquecidos, rumbo al horizonte, pájaros en bandada que ningún ornitólogo podrá clasificar, cazar ningún arquero ni acariciar ningún enamorado y que levantan vuelo hacia el reino inconcreto del que sólo se sabe que está lejos, que no lo ha visto nadie y que acoge a todos los pájaros ateridos y audaces, brindándoles terreno para que hagan su nido en él unos instantes".

De tu ventana a la mía, (fragmento)  Carmen Martín Gaite.

Edward Hopper

Edward Hopper

Edward Hopper


Purificación.
Fotos Internet.