lunes, 29 de julio de 2013

IMPRESIONES


Siempre que  veo esa escena me produce la misma, triste  impresión.

Es casi el final de  la película:
Sentada a un  lado de la mesa la madre reverenda,  presentando unos papeles, a la monja que está sentada al otro lado  que los coge, y a la vez que los mira. De pie observando la escena  y ejerciendo de testigo, un sacerdote  representante de  la alta magistratura de la Iglesia.
Un momento en que se produce una atmósfera  dramática  y de extrema tensión,  cómo  si se fuera a cometer la herejía más grande de la historia.  
 La elegancia y delicada entereza  de la hermana Luca, (Audrey Hepburn), firmando el finiquito con Dios, ante la mirada seria y contrariada de la Reverenda Madre, (madrastra diría yo)  y la  cara de circunstancias del sacerdote que no espera para ver consumar el acto de ruptura,  desapareciendo  rápidamente de la habitación,  puede con todo, sin perder  ni un ápice de dignidad en su  trascendental decisión.
La Madre sí espera, habrá de recoger  los papeles una vez firmados, y cuando ya no hay vuelta atrás, sale precipitadamente dejando a la monja de rodillas esperando un gesto de bendición, perdón,  como fin y despedida  del tiempo que duró  su compromiso con Dios, no sin antes indicarle que cuando haya terminado hable con la hermana portera, (la más baja del escalafón).
 Entra en otra habitación donde están sus ropas de calle, de persona normal, y  en  una insoportable soledad, se celebra la liturgia del principio, pero al revés,  contrastando  enormemente  con  las tres emocionantes y cuidadas ceremonias,  en un bonito templo, entre rezos y cantos,  acompañada de todas las “madres”, “hermanas” y compañeras  en las promesas  a Cristo que allí hicieron.  A lo lejos los familiares,  que  tras unas rejas, observan los acontecimientos con cierta pena y resignación. 
Y ya, nadie de "este mundo", para darle una sonrisa de  despedida. La puerta se abre sola y aparece una calle estrecha y solitaria,  con una tenue luz al final, que recorta la figura de la mujer andando  lentamente, sola y algo  desorientada,  dejando al espectador (a mí) con la misma sensación de  desconsuelo  que de indignación.

“Historia de una monja”, es una maravillosa película que aunque conocida, no puedo dejar de ver, siempre que la  ponen en tve.  El título deja claro, de qué  se trata: Todo lo que ocurre en la  vida de una mujer joven, buena  enfermera,  querida por su familia, desde que se hace monja, hasta que los problemas de inseguridad y contrariedades en su vocación, le hacen abandonar  la vida religiosa. 
Y sin perder de vista eso,  y  desconocer hasta que punto  esta escena puede tener  que ver más o menos   con la realidad, y hacer verdaderos esfuerzos para no prejuzgar a nadie, es ante todo,  la injusta y tristísima impresión que mí me produce.




Historia de una Monja (1959)
Director:  Fred Zinnemann. 
Interpretes: Audrey Hepburn y Peter Finch.
Basada en la novela The Nun´s  Story (1956) de la escritora estadounidense Kathryn Hulme.
Novela inspirada a su vez en la vida de la exmonja y enfermera belga, Marie Louse Habets.
Tuvo 8 nominaciones para los Oscar 1959.




Puri Merino.
Foto Internet.

martes, 16 de julio de 2013

EL PORCHE

Relato estival

            Siempre  que puedo me gusta sentarme en el porche para disfrutar de ese  rato especial  que me ofrece el día, casi siempre al atardecer. Es la recompensa del ajetreo diario. Hoy además de lo de siempre, fui al veterinario con Rascayú, está triste  y se niega a comer desde que, Lula, su compañera de muchos años, murió hace unas semanas.  
           A todos nos preocupa mucho su estado de tristeza, pero me tocó a mí luchar con él hasta que con ese  don de convicción  que Dios, no, me ha dado…  -anda, venga, Rascayú si te portas bien te vamos a traer una Marilyn preciosa-,  y alguna mentira más,   logré meterlo en el coche.  
Me dejo caer en el sillón con un suspiro tan hondo  que  los volantes del cojín producen tanto alboroto que Rascayú, se asusta y da un respingo antes de tumbarse en el suelo a mi lado como siempre, él también participa del ritual.



- ¡Vaya!,  olvidé el refresco en la cocina,  pero   no me muevo.  Pongo los pies en el otro sillón y miro al cielo. Es un placer  contemplar las nubes, siempre diferentes, a veces tan espectaculares que  si estuvieran plasmadas en un cuadro pensaría que son pura fantasía del pintor. Hoy  parece que se mueven más que otros días. Estoy tan a gusto que me dejo transportar por éllas sin importarme mucho el destino.
El sonido de un coche que se acerca me fastidia el momento, mí momento de soledad diaria. No me muevo. El seto de la entrada oculta la parte de los sillones. Está para eso. Rascayú tampoco se mueve, sabe leerme el pensamiento.
– ¡Eh, hay alguien ahí!,  grita un tonto del culo que no sabe nada de mi hora santa, y al parecer  tampoco  entiende lo de  “camino cortado”.  ¡Ni hablar de moverme! Vuelvo a mirar al cielo, las nubes ahora tienen prisa, y yo ninguna. Cierro los ojos nuevamente y empiezo a balancearme de delante a  atrás con ese vaivén cadencioso, casi mecánico, que se quedó  impreso en el cerebro de cuando  había que  acunar a los hijos para que se durmieran.
- ¡Ay Clara, Clara! qué te hubiera  costado levantarte y contestar a ese pobre despistado con una sonrisa, justita, pero amable…-  
Y  me veo en otro porche, cómo Meryl Streep,  estirándome el relimpio vestido de las  tardes,  quieta en la escalera cual  vestal griega, sujetándome detrás de la oreja un mechón de pelo que me estorba en la cara. Y a Rascayú  que se tapa un ojo con la pata, igual a: tú sabrás lo que haces, no lo quiero ver.
 -¿Qué se le ofrece señor? Y sin dejarle un minuto para reaccionar, digo con sorna ¿no será Ud. del National Geographic?
-Perdón,  no he entendido bien.  Pregunto por el señor Miranda, vengo a traerle  un paquete.
- ¡Lo ves! Qué bien hice con no moverme, y vuelvo a mirar cómo van las nubes. Y de nuevo  me dejo llevar…



 Estoy en otro continente, en una bonita casa de estilo colonial,   abriendo cajas que contienen libros,  mi valiosa vajilla de porcelana, la delicada  cristalería heredada y el querido gramófono que habrá  que limpiar con esmero para lograr que el cambio de  clima no afecte a su sonido fiel.
Salgo al interminable porche con unas  tazas  en la mano  cuando oigo el motor de un coche y ver quien viene a visitarme, este camino no es de paso.
-¡Hola!, he venido a saludarla, y a preguntar si todo va bien.
-Todo bien, muchas gracias por su interés.
-Le invitaría a un  té pero… todavía estoy desembalando la vajilla, digo, a la vez que muevo la mano con las tazas
-No importa, otro día aceptaré con gusto.
-Cuando quiera, siempre será bien recibido. 
Y no le digo nada más, porque  intuyo que no tardando mucho, volverá para invitarme a ver África desde el cielo.
Rascayú empieza  a gruñir, mi hora santa se ha terminado.

     P. Merino.
     Imágenes: Internet
(Relato publicado el 23 de enero de 2012, en el blog amigo: <TALAVÁN TALAVÁN CUENTA>


martes, 9 de julio de 2013

Canción del verano



Monólogo de una besuga.


Y dice la Cospedal:

"Es rotundamente falso, es rotundamente falso.

Un disparate monumental

porqueee...

"De esas cosas que se cuentan,

de esas cosas que se cuentan,

las mentiras no se pueden documentar


Y dijo la Cospedal:

"indennización en diferido, diferido-simulado


o en forma de simulación 

o de lo que hubiera sido...

por favor no me pregunten

a mí no me consta, no.


Prueben; pónganle algo de ritmo  y "voilá":  la Canción del Verano

Esto es, por no llorar y darse contra las paredes.
¿Hasta cuando nos van a tratar como si fuéramos  idiotas? 


A pesar de todo, les deseo que pasen un Feliz Verano

Puri.