sábado, 28 de diciembre de 2013

Cuento de corral

No es un cuento de Navidad aunque lo pudiera parecer, pero aprovecho para dedicárselo a todos los que me visitan, y desearles con cariño unas   ¡Felices Fiestas!.

No es la primera vez que Benito, que es casi un crío, se levanta temprano para ir a la ciudad. Aproximadamente una vez al mes ha de llevar unos cuantos animales (esta vez dos pollos) para venderlos en el mercado cuando las provisiones familiares empiezan a escasear.
            Y tampoco es la primera vez que obedece la orden de su padre de mala gana. Él se ocupa de los animales, y sucede que se encariña con ellos, en cuanto  les pone nombre.
            -No se puede hablar con alguien todos los días si no tiene nombre, -dice Benito-, aunque tenga plumas.
            “Carol”, una hermosa gallina robusta, pechugona y de patas fuertes señal de ser buena ponedora, y “Roque” un apuesto gallo de gran cresta y bonitas plumas de colores, del marrón oscuro al rojo sangre, y la garganta más clara y ruidosa del gallinero, eran los elegidos esta vez para el sacrificio. Los dos tenían en común sus ojos, unos círculos diminutos como pildoritas brillantes y en constante movimiento, que miran al muchacho con curiosidad y extrañeza al notar el espacio reducido de la jaula donde están desde hace un rato para hacer el viaje.



            Y qué  puede hacer Benito si no lamentarse en silencio, -la vida es así- le decía su padre. De no venderlos,  pensaba, hasta se alegraría… pero sólo a medias.
            Por el camino se preguntaba quién se los compraría y hacía verdaderos esfuerzos para no imaginárselos en el punto final; en una bonita bandeja con muchos adornos comestibles alrededor y untados de pringosas salsas, en el centro de una gran mesa y quién sabe si acompañados de algún que otro animal de su linaje; un pato a la naranja, un cochinillo asado con una manzana en la boca o unas perdices escabechadas del día anterior. Y sentados a la mesa, personas muy elegantes esperando para empezar el festín.
            Los pensamientos le hicieron más corto el camino y sin darse cuenta se plantó en la alegre y ruidosa ciudad. La gente entraba y salía de las tiendas con prisas y se apañaban para no tropezar  con los montones de nieve acumulados en las aceras. En casi todos los escaparates había carteles donde se leía:

            “Se prohíbe vender toda clase de animales de corral. 
            Peligro de contagio por una peste desconocida”.

            Benito se quedó ensimismado mirando el cartel, y hasta que no le llegaron los mocos a la boca  no se dio cuenta de que estaba llorando,  aunque no sabía exactamente por qué.

Purificación.   
(Publicado por primera vez en el blog amigo: TALAVÁN TALAVÁN CUENTA).  
     
Imagen Internet                                                                           

sábado, 14 de diciembre de 2013

Un tesoro, las palabras


Enseguida pensé en la estantería, en la mente ya le tenía completamente ubicado y sólo tuve que alargar la mano  y sacarle del letargo de mucho tiempo. Su aspecto siempre me pareció elegante, encuadernado en color azul oscuro, el título en  dorado y  con letras blancas algo abstractas,  su firma. 
Una buena temporada estuvo en la mesita de noche, al ser una biografía  tenía libertad para no llevar el orden de los capítulos y repetir los pasajes que me gustaban. Era  otro  descubrimiento  para mí vida lectora y me tenía encantada después  que alguien me regaló los "Veinte poemas de amor..."  Empecé a pasar las  hojas  deprisa, escudriñándolas deseosa de encontrar el párrafo, el párrafo sin duda, más conocido de todo el libro y que en su momento me llamó tanto la atención, y... allí estaba la punta doblada de la página 58, que me corroboró que era así, que era la página que leí más de una vez.
La urgencia se debía al tema de la clase del otro día -Historia de América Latina-, cuando el profesor en un momento dado preguntó al aire; y por qué no hablan el maya, o el guaraní, el aymara, el quechua, o cualquier otra de sus lenguas  y se quedaron con el español? Dando a entender que todo no fue tan malo como se ha dicho  y escrito.  ¿Porque se vieron obligados?, pensé yo, -sería lo más creíble-, o que con el tiempo se dieron cuenta   que era más práctico ante  tantas lenguas nativas, poder entenderse todos con una sola. Yo estaba todavía en que que tuvo que ser horrible,  conquista o  descubrimiento,  como se  quiera llamar. Para ellos una invasión sin más. 

Cuatro siglos después yo todavía me consideraba heredera de los invasores y a éllos los  invadidos, hasta que Neruda  se enamoró del lenguaje, de las palabras  que nos fuimos dejando por allí, con la indiferencia  de algo que nos sobra, sin darle la importancia debida. Para él,  la herramienta  perfecta  con que hacer sus filigranas, y perdonarnos a su manera todo lo demás. 
Ahora  la gratitud es doble, por el perdón y por las joyas literarias que de rebote recibimos y entendemos perfectamente.



La palabra
"...Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció… Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras".

La palabra”, Confieso que he vivido, Pablo Neruda

(1974) 


Aclaración,  por si fuera necesario:  Aunque no tenga mucha relevancia, es cierto lo que escribí más  arriba.  Y quise utilizarlo como introducción,  aunque en verdad  es la  excusa, que no haría falta,  para traer aquí las maravillosas y conocidas  palabras de 
-Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto-, Pablo Neruda, contenidas en este  interesantísimo libro póstumo de  memorias de su  intensa  y apasionada vida. 

Purificación.


jueves, 14 de noviembre de 2013

Equilibrio


Para llorar:
Es imposible no darse cuenta de  que  los momentos  que vivimos son bastante preocupantes,  que seguimos con los sapos para el desayuno imposibles de tragar aunque los mezclemos con los cereales para hacerlos comestibles.
Hace tiempo que se hace insoportable ver las noticias en las que  sólo se habla de los corruptos que se multiplican como las setas, cual  virus misterioso que  lleva el aire por todas las comunidades de este país, España, y que parece afectar "preferentemente" a los que nos gobiernan, unido a esta mala racha que llaman crisis, con todo lo que conlleva y que  conocemos   bien, por  casos cercanos, integrantes de esa cifra  apabullante de muchos ceros y de sólo cuatro letras  -p-a-r-o-, asunto muy    preocupante  y que nos  pone de muy mala uva. 
Son tantas las cosas  por las que hay que protestar, tantas las cosas mal hechas,  que la mayoría nos  quedamos bloqueados sin saber, por donde empezar,  y  qué se adelanta  con ello, aparte de sentir un desahogo momentáneo, muy momentáneo.  “Seguiremos luchando,  y sueño, quiero seguir soñando y que mis hijos también puedan soñar” es  el momento  alentador  del día, el ejemplo a seguir;  son las declaraciones de un trabajador  francés, detallando su aventura de la lucha ganada a la  empresa en  que trabaja.
Después de tratar de escupir sin éxito el sapo  correspondiente, -se puede aplicar a cualquier día-,  y para buscar un poco de equilibrio,  cambio de tema para  que no todo sea sufrir  por esto  que ya dura demasiado tiempo. 




Para soñar:
 Pusimos lo más imprescindible en las mochilas y sin contar con nadie nos fuimos a vivir a un ático que nos proporcionó un amigo. Entusiasmados por la aventura, no apreciamos que la casa era muy pequeña,  y que le faltaba  casi de todo. Pero no nos importó; dedicamos mucho tiempo a mirar el cielo  por el ventanuco que daba al tejado,  y de vez en cuando nos ocupábamos  de lo secundario,  buscar en el montón de  ropa lo que nos queríamos poner y que nunca encontrábamos, o elaborar los bocadillos   escasos que nos servían de segundo alimento.
Vivíamos creyendo que sólo con empinarnos un poco tocaríamos la luna con los dedos,  no hacíamos  planes, en nuestro estado de atolondramiento temporal, aceptamos que el presente, nada más, podía ser nuestro, el mañana era  la lejanaeternidad.
Los amigos nos envidiaban y de vez en cuando subían a nuestro palomar, para robarnos una porción de independencia,   consistía  en charlar, reír, bailar, soñar y comer y beber de lo que éllos traían, y  después de mirarnos con envidia poco disimulada,  pasar revista al cielo, cuando el cansancio nos dejaba a todos tumbados por el suelo.
 Hasta que un día  el dueño del piso  nos dio a entender  que el presente se había agotado y que había que salir zumbando de allí, para darnos  de bruces con   el porvenir, lejanaeternidad.
Fue un momento crucial tener  que decidir, si buscar otra atalaya para seguir nuestra aventura, o rendirnos y repartir los trozos de cielo y las píldoras de libertad que guardábamos en las mochilas  y volver otra vez a  vivir sin contar las estrellas.

Purificación
Fotos: P.M. e Internet

martes, 5 de noviembre de 2013

Paréntesis



Objetos perdidos

Por veredas de sueños y habitaciones sordas

tus rendidos veranos me acechan con sus cantos.
Una cifra vigilante y sigilosa
va por los arrabales  llamándome y llamándome
pero qué falta dime; en la tarjeta diminuta
donde están tu nombre y tu calle y tu desvelo
si la cifra se mezcla con las letras del sueño
si solamente estás donde ya no te busco.

Julio Cortázar.


Mendoza, Argentina 1944
Foto: Internet.

viernes, 25 de octubre de 2013

Sorpresa, sorpresa

La lectura por si sola suele tener sorpresas, porque las palabras bien colocadas a veces son como proyectiles preparados para impactarnos en el sentido común, en nuestra forma de ver las cosas, pero sobre todo en el corazón, cuando el pellizco del interés ya no hay quien lo pueda soltar.
El libro por si solo, como objeto físico puede tener características para atraer nuestra atención, como el formato, el diseño de la portada, el tamaño de las letras, el título -muy importante- esos títulos de ahora que son una frase a medias, que automáticamente nos provoca  una imagen  y el ansia de saber el porqué y como termina.
Pero a veces un libro nos puede dar  sorpresas muy particulares y personales elaboradas por el  lector  anterior, eso pasa cuando es un préstamo de biblioteca. Como las botellas con mensaje dentro que algún día alguien encontrará.
 Yo lo encontré en forma de sobre que al autor o autora, debía de tener como marca páginas, aunque antes debió de ser también recadero, al ver lo escrito en la solapa del remitente:

          " pechuga de pollo"
"los abuelos se sienten agotados y angustiados, acércate y diles gracias".

Enseguida saqué mis conclusiones, y pensé que estaba  escrito por una mujer, (sin ánimo de nada) son las que están  demasiado pendientes de que los hijos coman y de los sentimientos de los demás; le indica al hijo el menú para ese día y lo que ha de  hacer después, llevar  el alimento, en este caso espiritual,  a los abuelos.
Todo lo demás son  las veces que dio rienda suelta a su creatividad, íntimamente guardada entre las páginas del libro.  Esbozos de poemas que cubren todo el espacio sin dejar un hueco, y que por respeto no voy a reproducir. Yo a veces también hago eso, y me preocupo muy mucho de buscar si me dejé algo antes de devolverlo.
Quizá lo esté buscando, también hay números, para el autor con sentido,  para mi   las dudas de un enigma indescifrable.  Más sencillo es pensar que  el sobre, lo primero de todo, fue un apoyo casual para escribir unas medidas,  o el resultado de un cálculo mental.



 Se me notó en la cara,  al descubrir  "la sorpresa añadida" cuando cogí el libro que me correspondió  esta mañana en el Club de Lectura.  En alguna ocasión se había hablado de esto, de que a veces  sucede, y que es un poco emocionante ver la señal evidente de que un libro es también mensajero de cosas  ajenas a la historia que cuenta, por algún trozo de papel pequeño, mal cortado y apenas perceptible, un tiket de autobús, el resguardo de una compra, que en su momento señaló algo importante  al lector  de turno... 
Pienso si sería de ley volver a dejarlo donde estaba cuando lo devuelva, para  que el siguiente lector tenga el mismo regalo, si es tan influenciable y fantasioso como yo, claro.

Purificación.
   

lunes, 7 de octubre de 2013

Por donde mirar

    Hay algo misterioso en la ventanas que me atrae; las sencillas, las lujosas,  las grandes, las pequeñas y necesarias, cerradas, abiertas y entreabiertas,  las más sugerentes. 
   Las que se ven desde fuera y hay que adivinar lo que esconden si se visten con visillos, las vistas desde dentro útiles para expiar lo de fuera, disfrutar de la vista agradable, o simplemente para que el aire fisgón y controlador, entre y se deje caer por todas las cosas dejando  su huella y se vaya  igual de rápido que entró. Verdaderas privilegiadas porque a través de ellas, sobre todo entrará la magia del día, la luz.
   Mi admirado Johannes Vermeer, pintor holandés, las utilizó muchas veces para aprovechar la luz escasa, de  los países nórdicos,  y a la vez purificadora enfocando  las figuras retratadas, la mayoría de las veces mujeres, siempre en distintas ocupaciones; y en el descuido mirar a lo lejos tratando de averiguar de quién es la silueta que se acerca, o que se va. 


                                                           Johannes  Vermeer

Johannes Vermeer

Johannes Vermeer
                                 
    Carmen Martín Gaite, la también admirada y leída escritora española, escribió este bello párrafo a colación de las ventanas, y las mujeres.

..."Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. En todos los claustros, cocinas, estrados y gabinetes de la literatura universal donde viven mujeres existe una ventana fundamental para la narración, de la misma manera que la suele haber también en los cuartos inhóspitos de hotel que pintó Edward Hopper y en las estancias embaldosadas de blanco y negro de los cuadros flamencos. Basta con eso para que se produzca a veces el prodigio: la mujer que leía una carta o que estaba guisando o hablando con una amiga mira de soslayo hacia los cristales, levanta una persiana o un visillo, y de sus ojos entumecidos empiezan a salir enloquecidos, rumbo al horizonte, pájaros en bandada que ningún ornitólogo podrá clasificar, cazar ningún arquero ni acariciar ningún enamorado y que levantan vuelo hacia el reino inconcreto del que sólo se sabe que está lejos, que no lo ha visto nadie y que acoge a todos los pájaros ateridos y audaces, brindándoles terreno para que hagan su nido en él unos instantes".

De tu ventana a la mía, (fragmento)  Carmen Martín Gaite.

Edward Hopper

Edward Hopper

Edward Hopper


Purificación.
Fotos Internet.

jueves, 26 de septiembre de 2013

El otoño

  Hubo un tiempo en que el mes de septiembre, yo  no  lo asociaba   precisamente con el otoño.


Miro la lista de los libros que  hay que comprar para tres cursos diferentes, porque  como todos los años ninguno coincide con los  del hermano mayor, (excepto los de Inglés de la academia), más los cuadernos para trabajar, los blocs, lapiceros,  pinturas,  bolígrafos, rotuladores, plastilina, cartulinas.
 Este año  hay que renovarle la  mochila a uno  y los estuches a  dos,  un   compás que perdió el aparato  donde se pone la mina.  Las escuadras y las reglas del segundo se rompieron en protesta  de lo apretujados que van, me dijo el interesado  con una cara de guasa de no te menees. 
 El pequeño, a voces desde el baño, -que tengo  que llevar  typex,
-¡Ni hablar!, usas la goma de borrar y si no, tachas!, así te acuerdas del fallo. Pues no es moderno  tu profe,  ni nada.
- Me hace falta un  “saca”, - bueno  primero buscas  el último del año pasado, te compré tres por lo menos.
 -Vale.
-Mamá, el libro de inglés dice la seño que no sirve porque mi hermana escribió en los márgenes todas las soluciones.
-Tu hermana no tiene arreglo le gusta dejar   señales por donde pasa.
-Me ha dicho  la de gimnasia  que tenemos  que llevar gorro para la piscina. 
 -Bueno  a lo mejor hay alguno por ahí  de tus hermanos. -Siii ya sé, y también un chandal.
-Mamá,  qué pongas el nombre en los libros  antes de forrarlos para que no se borren.
-Pues ya no hay remedio los forré anoche, a seis por niño….
-Mamá, me hacen daño las zapatillas deportivas, 
-Porque  aprietas mucho los cordones, átalas más flojas, ya verás.
-Mamá, que me hacen daño en el dedo gordo.
-Bueno, te compraré unas, pero olvídate del último modelo, serán como yo diga.
-Ya, las más birrias, las que ya no lleva nadie.
-El de pre-tecnología  mañana nos dará la lista de lo que me tienes que comprar.
-El cuaderno de dibujo  no es este, te lo dije, que este año es de los grandes.
Y poco a poco, todo, o casi todo tenía solución.
Ya en octubre, las cosas se relajaban,  eso que todavía  quedaba por solucionar el encaje de horarios  de las  clases "extraescolares".

(Los recuerdos a veces juegan con uno, y no puedo asegurar que no me haya inventado algo.  A saber lo que recuerdan éllos,  porque  visto así, parezco un poco madrastrona.)


Esa “tortura” de los "septiembres" ya bastante lejanos,  ahora me parece  música celestial. 
Los recordé mientras buscaba el papel con el horario de mis clases  de este año, (ahora la estudiante soy yo)  en la Universidad de Mayores, de la U.A.H.
Entre  la extensa oferta de  monográficos cuatrimestrales de este curso, elegí estos.

 "Historia de América Latina  Contemporánea;  lunes de  las 17h. a las 18,30h.
 El  tiempo de Cervantes;   martes  de 18h. a las 20,30h.
Lugar de impartición; Facultad de Derecho."

Puri. 
Imagen Internet.

lunes, 16 de septiembre de 2013

YO, UN BIZCOCHO



Es un problema cuando un bizcocho como yo (me llaman el del "yogurt")  nace con tantas dudas existenciales.
¿Qué número haré yo, cuántos habrán  salido de las mismas manos, y del mismo horno, y de la misma imaginación, y les colocaron  en esta misma mesa?
No sé si los otros, los anteriores,  se cabrearon tanto como yo  cada vez que una cara enorme se asoma  por la ventanilla para ver si crezco adecuadamente. Fui algo lento, lo reconozco, pero no por mi culpa, un poco de levadura se quedó en un doblez del sobre y me costó lo que nadie sabe subir y subir hasta conseguir este aspecto apetitoso y saludable, que tengo.  Tanto, que mi amorosa manipuladora,  después de exclamar ¡pero que  bonito! fue y ¡zas! me  hizo una foto. 
Pero estaba mucho más en forma,  hasta que me clavaron una larga aguja hasta el corazón, para hacerme la prueba del nueve en cocción, que según dicen, asegura  que ya estás  bueno para que te coman. Y ahí,  en ese mismo momento, tengo que reconocer que me desinflé un poco.
Pues nada,  aquí estoy  en la bandeja  de los bizcochos esperando poder "compartir" unos cuantos desayunos rápidos y alguna  que otra merienda agradable, menos el último trozo, porque una vez perdida mi buena presencia y mi tacto mollar, empezará a rodar por los rincones hasta que   alguien por pura pena me hará miguitas en un café con leche. 
Soy casero, sencillo y nada pretencioso,  y sería  fabuloso si alguien se pusiera a llorar por que  mi olor le rcuerde a toda su infancia, y encontrara de golpe todo "su tiempo perdido".




  
 La que lleva  "esto", dice que no va a dar explicaciones de  como se me hace porque  todo el mundo lo sabe, si ella lo dice...  también dice  que estoy muy bueno.

Un bizcocho 


Puri.
Fotos, propias

domingo, 8 de septiembre de 2013

El rastro que nos dejan



Puesto que el Hades no existe, seguramente estás allí
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles, dando por óbolo un cuaderno
o un lápiz de color.
-Acéptalos barquero: nadie pagó más caro
el ingreso a los Grandes Transparentes
al jardín donde Alicia la esperaba.

J. Cortázar







Dedicado a su amiga, la  poeta argentina  Alejandra Pizarnik, después de su muerte.
(Pizarnik, se suicidó en plena juventud)






  






Pintura: Sorolla
Foto: Internet

Puri.

viernes, 23 de agosto de 2013

LA ESPERA...


Estaba contenta, y se arregló más que otros días. Se puso esa maravillosa blusa que se compró un día de esos de baja autoestima en que a una todo le parece insignificante, también el precio.

 En la mesa de los domingos ya todo estaba dispuesto,  quedaba el rato de espera en que se podía relajar y pensar. Cómo siempre tuvo que hacer "filigranas" con el menú, pensando en complacer a todos, porque hoy esperaba a todos... también a los que últimamente estaban lejos,  aun sin estarlo.




Sugerencia de esta fantástica acuarela  de  Michael Holter.

Puri  Merino.

lunes, 29 de julio de 2013

IMPRESIONES


Siempre que  veo esa escena me produce la misma, triste  impresión.

Es casi el final de  la película:
Sentada a un  lado de la mesa la madre reverenda,  presentando unos papeles, a la monja que está sentada al otro lado  que los coge, y a la vez que los mira. De pie observando la escena  y ejerciendo de testigo, un sacerdote  representante de  la alta magistratura de la Iglesia.
Un momento en que se produce una atmósfera  dramática  y de extrema tensión,  cómo  si se fuera a cometer la herejía más grande de la historia.  
 La elegancia y delicada entereza  de la hermana Luca, (Audrey Hepburn), firmando el finiquito con Dios, ante la mirada seria y contrariada de la Reverenda Madre, (madrastra diría yo)  y la  cara de circunstancias del sacerdote que no espera para ver consumar el acto de ruptura,  desapareciendo  rápidamente de la habitación,  puede con todo, sin perder  ni un ápice de dignidad en su  trascendental decisión.
La Madre sí espera, habrá de recoger  los papeles una vez firmados, y cuando ya no hay vuelta atrás, sale precipitadamente dejando a la monja de rodillas esperando un gesto de bendición, perdón,  como fin y despedida  del tiempo que duró  su compromiso con Dios, no sin antes indicarle que cuando haya terminado hable con la hermana portera, (la más baja del escalafón).
 Entra en otra habitación donde están sus ropas de calle, de persona normal, y  en  una insoportable soledad, se celebra la liturgia del principio, pero al revés,  contrastando  enormemente  con  las tres emocionantes y cuidadas ceremonias,  en un bonito templo, entre rezos y cantos,  acompañada de todas las “madres”, “hermanas” y compañeras  en las promesas  a Cristo que allí hicieron.  A lo lejos los familiares,  que  tras unas rejas, observan los acontecimientos con cierta pena y resignación. 
Y ya, nadie de "este mundo", para darle una sonrisa de  despedida. La puerta se abre sola y aparece una calle estrecha y solitaria,  con una tenue luz al final, que recorta la figura de la mujer andando  lentamente, sola y algo  desorientada,  dejando al espectador (a mí) con la misma sensación de  desconsuelo  que de indignación.

“Historia de una monja”, es una maravillosa película que aunque conocida, no puedo dejar de ver, siempre que la  ponen en tve.  El título deja claro, de qué  se trata: Todo lo que ocurre en la  vida de una mujer joven, buena  enfermera,  querida por su familia, desde que se hace monja, hasta que los problemas de inseguridad y contrariedades en su vocación, le hacen abandonar  la vida religiosa. 
Y sin perder de vista eso,  y  desconocer hasta que punto  esta escena puede tener  que ver más o menos   con la realidad, y hacer verdaderos esfuerzos para no prejuzgar a nadie, es ante todo,  la injusta y tristísima impresión que mí me produce.




Historia de una Monja (1959)
Director:  Fred Zinnemann. 
Interpretes: Audrey Hepburn y Peter Finch.
Basada en la novela The Nun´s  Story (1956) de la escritora estadounidense Kathryn Hulme.
Novela inspirada a su vez en la vida de la exmonja y enfermera belga, Marie Louse Habets.
Tuvo 8 nominaciones para los Oscar 1959.




Puri Merino.
Foto Internet.

martes, 16 de julio de 2013

EL PORCHE

Relato estival

            Siempre  que puedo me gusta sentarme en el porche para disfrutar de ese  rato especial  que me ofrece el día, casi siempre al atardecer. Es la recompensa del ajetreo diario. Hoy además de lo de siempre, fui al veterinario con Rascayú, está triste  y se niega a comer desde que, Lula, su compañera de muchos años, murió hace unas semanas.  
           A todos nos preocupa mucho su estado de tristeza, pero me tocó a mí luchar con él hasta que con ese  don de convicción  que Dios, no, me ha dado…  -anda, venga, Rascayú si te portas bien te vamos a traer una Marilyn preciosa-,  y alguna mentira más,   logré meterlo en el coche.  
Me dejo caer en el sillón con un suspiro tan hondo  que  los volantes del cojín producen tanto alboroto que Rascayú, se asusta y da un respingo antes de tumbarse en el suelo a mi lado como siempre, él también participa del ritual.



- ¡Vaya!,  olvidé el refresco en la cocina,  pero   no me muevo.  Pongo los pies en el otro sillón y miro al cielo. Es un placer  contemplar las nubes, siempre diferentes, a veces tan espectaculares que  si estuvieran plasmadas en un cuadro pensaría que son pura fantasía del pintor. Hoy  parece que se mueven más que otros días. Estoy tan a gusto que me dejo transportar por éllas sin importarme mucho el destino.
El sonido de un coche que se acerca me fastidia el momento, mí momento de soledad diaria. No me muevo. El seto de la entrada oculta la parte de los sillones. Está para eso. Rascayú tampoco se mueve, sabe leerme el pensamiento.
– ¡Eh, hay alguien ahí!,  grita un tonto del culo que no sabe nada de mi hora santa, y al parecer  tampoco  entiende lo de  “camino cortado”.  ¡Ni hablar de moverme! Vuelvo a mirar al cielo, las nubes ahora tienen prisa, y yo ninguna. Cierro los ojos nuevamente y empiezo a balancearme de delante a  atrás con ese vaivén cadencioso, casi mecánico, que se quedó  impreso en el cerebro de cuando  había que  acunar a los hijos para que se durmieran.
- ¡Ay Clara, Clara! qué te hubiera  costado levantarte y contestar a ese pobre despistado con una sonrisa, justita, pero amable…-  
Y  me veo en otro porche, cómo Meryl Streep,  estirándome el relimpio vestido de las  tardes,  quieta en la escalera cual  vestal griega, sujetándome detrás de la oreja un mechón de pelo que me estorba en la cara. Y a Rascayú  que se tapa un ojo con la pata, igual a: tú sabrás lo que haces, no lo quiero ver.
 -¿Qué se le ofrece señor? Y sin dejarle un minuto para reaccionar, digo con sorna ¿no será Ud. del National Geographic?
-Perdón,  no he entendido bien.  Pregunto por el señor Miranda, vengo a traerle  un paquete.
- ¡Lo ves! Qué bien hice con no moverme, y vuelvo a mirar cómo van las nubes. Y de nuevo  me dejo llevar…



 Estoy en otro continente, en una bonita casa de estilo colonial,   abriendo cajas que contienen libros,  mi valiosa vajilla de porcelana, la delicada  cristalería heredada y el querido gramófono que habrá  que limpiar con esmero para lograr que el cambio de  clima no afecte a su sonido fiel.
Salgo al interminable porche con unas  tazas  en la mano  cuando oigo el motor de un coche y ver quien viene a visitarme, este camino no es de paso.
-¡Hola!, he venido a saludarla, y a preguntar si todo va bien.
-Todo bien, muchas gracias por su interés.
-Le invitaría a un  té pero… todavía estoy desembalando la vajilla, digo, a la vez que muevo la mano con las tazas
-No importa, otro día aceptaré con gusto.
-Cuando quiera, siempre será bien recibido. 
Y no le digo nada más, porque  intuyo que no tardando mucho, volverá para invitarme a ver África desde el cielo.
Rascayú empieza  a gruñir, mi hora santa se ha terminado.

     P. Merino.
     Imágenes: Internet
(Relato publicado el 23 de enero de 2012, en el blog amigo: <TALAVÁN TALAVÁN CUENTA>


martes, 9 de julio de 2013

Canción del verano



Monólogo de una besuga.


Y dice la Cospedal:

"Es rotundamente falso, es rotundamente falso.

Un disparate monumental

porqueee...

"De esas cosas que se cuentan,

de esas cosas que se cuentan,

las mentiras no se pueden documentar


Y dijo la Cospedal:

"indennización en diferido, diferido-simulado


o en forma de simulación 

o de lo que hubiera sido...

por favor no me pregunten

a mí no me consta, no.


Prueben; pónganle algo de ritmo  y "voilá":  la Canción del Verano

Esto es, por no llorar y darse contra las paredes.
¿Hasta cuando nos van a tratar como si fuéramos  idiotas? 


A pesar de todo, les deseo que pasen un Feliz Verano

Puri.

viernes, 28 de junio de 2013

Amanece, que...


Alguna vez  nos cogió por sorpresa  la hora del amanecer, pero como íbamos a otra cosa  y no entraba en nuestros planes, no  le prestamos  ninguna atención. Muy distinto sería  si, como los buenos proyectos, se prepara con antelación. 



NORMAS PARA VER AMANECER:
Poner el despertador una hora antes del "espectáculo". Vestirse y salir corriendo a buscar el montecito más cercano y subir deprisa, no sea  que  ese día el sol se impaciente por salir y no respete los cálculos que los hombres sabios y  eminentes lumbreras hicieron hace tantos siglos. Una vez arriba, buscar un sitio para sentarnos en  primera fila, a poder ser.  Condición indispensable, haberse quitado bien todas las legañas.
¡Por favor!  que todo el mundo  se calle, y nada de palomitas ni termos con  café,  total sólo va a ser un momento, ¡un momento genial!


El telón oscuro e infinito, empieza disolverse y sin poder decir en que momento exacto sucede, un gris luminoso destierra el negro de la noche,  dejando entrever un color rosáceo y luego  anaranjado;  naranja suave al principio,  brillante y agresivo después. 
La oscuridad se resiste, hasta que de golpe el color  naranja intenso se convierte en un amarillo luminoso, haciéndose respetar, con la fuerza necesaria para cegarnos y  hacer nos cerrar los ojos, y casi a la vez abrir la boca para que salga un ¡oh! emocionado y demostrar así nuestra admiración.


Es cierto, no hay prisa, volverá a repetirse el espectáculo, que deja de serlo porque sucede todos los días, de todos lo años, de todos los siglos. Pocos son los que se privan de unas horas de sueño para disfrutar de ese maravilloso momento, porque saben que cualquier otro día se volverá a repetir.

Puri Merino.
Foto: Julio Cobos

miércoles, 19 de junio de 2013

FIN DE CURSO

"Fin de curso", frase muy repetida por estas fechas.










Exposición de fin de curso: mis cuadros.)

Fotos, Puri Merino.

lunes, 17 de junio de 2013

"SUS VENTANAS"


Hay casualidades en la vida que se quedarían en eso,  si no fuera por lo que sucede después.

Fue en la tarde de ayer; estaba esperando  al autobús, una persona que hay sentada en la parada mueve el brazo para llamar mi atención. A la segunda vez, vuelvo la cabeza, y allí sentada en el asiento metálico de la parada refugiándose del sol, estaba ella, una mujer mayor, menuda y que ya usaba una muleta por la vejez. Es una señora muy  conocida en el barrio por ser desde hace muchos años, propietaria (aunque ya no lo regentaba) del quiosco que hay allí al lado. Yo también la conocía, como muchos, sólo de vista, nunca había cruzado una palabra con ella.
 Al mover el brazo me indicaba que las tres ventanas del primer piso de la casa que hay  justo detrás de la marquesina de la parada eran suyas, "esas tres" indicaba estirando tres dedos, "son mías", dándose después con un dedo en el pecho. Miré hacia donde me indicaba, las tres  ventanas con las persianas bajadas, asentí con la cabeza y creo que le sonreí, pero no le presté mucha atención. Al poco llegó el autobús, y me fui. 

Hoy ya lo sabemos todos, la explosión que se escuchó  esta madrugada en todo el barrio, terminó con su   casa y la de arriba y ya no hay ni rastro de las tres ventanas. Sus ventanas.  Y lo peor tampoco de su vida.
Y me pregunto si fue casualidad u otra cosa, que quisiera enseñar  sus ventanas unas horas antes, como si supiera que hoy ya no estarían. Lo dejaremos  en casualidad, triste, pero casualidad.

Tomé una foto del desastre, esta mañana, aunque no sea  necesario, se  verá por la televisión cuarenta veces. La foto interesante, hubiera sido la que yo no hice ayer para retratar "sus ventanas".                        

P. Merino.

P.D. No era esto lo que iba a ser la siguiente entrada, trataba de la exposición de fin de curso, y de mi aportación, o sea los cuadros que yo expuse en  la misma.
Como verán algo bastante más banal y sin importancia, sobre las cosas que hacemos a ratos para no aburrirnos.


lunes, 10 de junio de 2013

Una mañana en el retiro.



Un larguísimo paseo lleno de casetas abarrotadas de libros.
A través de la megafonía nombres de escritores más o menos famosos que se anuncian porque están o estarán firmando sus libros para sus lectores en la caseta número tantos, la lista es bastante amplia en todos los sentidos. Lista que provoca por lo menos curiosidad, y a veces extrañeza. Ingenua de mi, de vez en cuando pregunto
¡Ah! ¿pero este... también tiene libro?

Me fijé más en otras curiosidades porque los libros aparte de la guinda de la firma del autor, se pueden encontrar en cualquier librería.

                                                 Barquilleros en peligro de extinción

El único ángel caído

La juventud ameniza el paseo.      
                                 
"Aquí

la primavera 

                                                                     tarda

menos."

                                                    Rosaleda del Retiro, Madrid

Y sales de allí con la agradable sensación de que todo es perfecto, que todo está en orden, y que las personas que nos cruzamos con camisetas verdes en las que se lee "por una enseñanza pública y de calidad" están fuera de lugar, te hacen volver a la cruda realidad.


Fotos: Puri Merino.

martes, 4 de junio de 2013

Crónica de un viaje exprés y una maleta

Sucedió el miércoles pasado, un grupo de amigas y compañeras, querían estrenar el AVE, haciendo un viaje de ida y vuelta en el día, empezaron a buscar a que sitio ir, hasta que surgió Valladolid.
- Si,  si, las animé, está muy bien y no se tarda casi nada.
 -Pues podías venirte tú y así nos haces de guía. 
-Yo, no tengo pensado ir, todavía, ya veré.  Y lo vi. (No me pude negar todas saben que soy de allí).
Miércoles; a las nueve de la mañana ya estábamos en Chamartín, el grupo en cuestión, ocho en total.  Como era ir y volver en el día,  todas ligeras de equipaje menos yo que decidí  aprovechar la ocasión para quedarme hasta el domingo.  Para ir más libre pensé dejar la maleta en la consigna de la estación  hasta  que  ya de vuelta de hacer la visita, la recogería y ellas se volverían  en el tren de las  19,30.  Todo bien, salvo un pequeño detalle, la consigna estaba cerrada. Así es que  con maleta incluida, empezamos la visita.
Desde la Estación al Paseo de Recoletos, Plaza de  Zorrilla, Calle de Santiago, Plaza Mayor, Catedral, Universidad, La Iglesia de la Antigua, Palacio de los Vivero, Museo Nacional de Escultura, -motivo principal de la visita-, ¡suerte!  aquí  si tienen consigna  para dejar la maleta, con lo cual hice la visita tranquila y como Dios manda, allí sobre todo. Previa recogida de la maleta, salimos de allí y vamos a San Benito, Patio Herreriano, plaza del Poniente, unas fotos con Rosa Chacel (la pobre siempre esperando). Nos acercamos a la Rosaleda, sin rosas todavía, una pena. Y ya puestas nos asomamos al Pisuerga, es natural “aprovechando que pasaba por allí mismo”. Hacemos un alto para comer cerca de la Plaza Mayor, la suerte nos pone delante un letrero que dice "los miércoles cocido". Adentro. Estaba buenísimo.


 Ni que decir tiene que las compis se turnaron cuando les empecé a dar pena tirando de la puñeteramaleta. El día no pudo ser más desagradable y cuando estábamos dentro del Palacio de  Santa Cruz viendo una exposición sobre la cultura de  África, empezó a diluviar. Allí la maleta se quedó en la entrada de la sala a la vista de la cuidadora porque me dio no se qué  entrar con ella, aparte del ruidito que hacía en el cuidado suelo de madera,  la pobre  se podía  asustar con los señores llenos de plumas y lanzas que allí  se exhiben  en absoluta  penumbra. 
Y  sin dejar de llover ya de vuelta  hacia la estación, pasamos, sin entrar, porque estaba cerrado,  por la otra, casa de Cervantes. 

Domingo;  nueve de la mañana, de vuelta a Chamartín. Calle de la Estación, ni un alma por la calle,  perdón, el único alma que había en la calle venía justo hacia mi,  y yo, desconfiada por naturaleza no le quito el ojo de encima y por si acaso vigilo sus movimientos. Cuando ya le tuve cerca: hombre joven, descuidado, con una mochila mugrienta y un envoltorio que podía ser el colchón de dormir en cualquier sitio, me miró fijamente con una expresión de indiferencia  y desdén, así como… “te perdono la vida porque estoy cansado, que si no". Eso traducido al instante por mi,  es igual a: me da un porrazo, caigo para atrás y del golpe  casi me rompo la “crisma” y ya en el suelo por la rayita de luz que me queda antes de llegar al  todo negro,  veo como me arranca el bolso y se lleva la  puñeteramaleta.

Empieza a moverse el tren, en el alero que queda por encima de mi cabeza,  cómodamente instalada, con las ruedas muy perjudicadas, pero hartita de cultura,  -ella-,  aprovecha para  echarse una  "minisiesta", esto es el AVE, querida.


Puri Merino.
Fotos: P. Merino.