martes, 20 de noviembre de 2012

No mezclar


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            El color azul tiñe mucho, -se dijo mientras pintaba- con una pequeña cantidad de pintura,  podrá  pintar casi todo el mar, mezclado con un poco de blanco y una pizca de carmín simular la lejanía, y con unos toques generosos de blanco puro; la  espuma blanquísima de las olas al chocar contra las rocas, dejando clara y precisa la cercanía del primer plano. 

            Unos pasos para atrás para tener perspectiva. El  cuadro  es   una ventana por la que esta vez se ve el mar.

              En un descanso, y para distraer su vista y su pensamiento,  a veces lee el libro que  tiene  entre manos, y que ahora mismo la tiene acongojada, “se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces sin querer. Se odia, se odia intensamente, ferozmente y se abre la navaja, y con ella bien abierta se llega descalzo hasta la cama donde duerme el enemigo”… afirma Pascual,   atribulado y trágico.
            No sabe porque peregrina razón ella cree  que no hay que mezclar  los problemas ni las preocupaciones. Es imprescindible colocarlos en el pensamiento, en paquetes bien cerrados y  separados  y nunca abrir más de uno a la vez,  -o te volverás loca-.
            Por eso después de leer un rato al Cela tremendista, deja a un lado la historia dura y cruel, sin una mañana alegre,  ni un recuerdo confortador, ni siquiera una licencia a la amabilidad y al sosiego en la vida de Pascual Duarte.
            Vuelve al cuadro para seguir pintando, y respira relajada ante tal serena magnitud. Aquí también hay violencia –pensó- la del agua contra las rocas, y el ruido infernal que provoca el choque, después viene la recompensa del cielo raso hermoso y azul, el mar en calma, de otro azul parecido pero distinto, y las rocas esperando pacientes el golpe del agua, como un abrazo violento y necesario.
            Así como Pascual, vive y respira la violencia por todos los poros de su piel; la de fuera y la suya propia, la interior, y  necesita como las olas, chocar contra algo duro y resistente  que lo detenga y diluya su odio contenido, empapando la tierra antes de que se tiña de rojo toda la inmensidad.
            Enorme descuido;  pensó en  dos cosas a la vez.  El rojo sangre  se mezcló con el azul ultramar  y sin remedio se convirtió en el color del martirio, y  la  muerte sin remisión.

 P. Merino
Pintura: Piet Mondrián

            

domingo, 11 de noviembre de 2012

Para ir pasando el trago

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            Hoy tengo un día de esos… y no es lo que están pensando, no tiene nada que ver con el complejo lío hormonal  exclusivo del género femenino, les juro que no es el caso.
-No sé, hacer algo que se note  que quiero  convertirme  en una transgresora nata, inconformista  impactante, salirme del tiesto, mejor, del “camino de perfección”  tan bien asentado  e incrustado en la educación y costumbres  de toda  una generación,  la mía-.

            Y Empecé  a  pensar en cosas como teñirme el pelo rubio platino con unas mechitas verdes. Vestirme de licra de arriba abajo, con todo tipo de complementos  como una  “choni”, “poligonera” cualquiera.  ¿Echarme un novio veinte años más joven? Alimentarme de congelados y bollería industrial, eso sí, que sean  light, y no volver a coger una sartén a o no ser  que sea para defenderme.  Hacerme socia del gimnasio de la esquina, hasta conseguir  ser una musculosa señora en forma,  de aspecto saludable y espíritu joven, cual “yayafluta”  preparada para  luchar por este  futuro incierto.  Y motera, si me dan los  ahorros.  Ser la sensación del bloque del barrio,  da  igual si  me siento satisfecha,  porque por fin  se han dado cuenta de que yo  también  estoy hasta el moño y me tomo al pie de la letra eso de  que “si quieres que algo cambie, cambia tú”.
            Después de todo este trajín,  que me deja hecha unos zorros  con solo pensarlo,  y mientras me decido,  hoy que toca cambiar las  sábanas,   en  un arrebato sin control hago lo que mi madre  diría  que es un pecado  imperdonable, ni  siquiera  con una confesión dios-mediante;  pongo  las sábanas   ¡sin planchar!. Un gran atrevimiento para empezar a ser una pasota que quiere  borrar los límites, esos que no se ven.  .
             - ¡Tampoco es para tanto!
             - Eso lo dice usted  porque no es de la quinta  del  “camino de perfección”.


            En realidad no era esto lo que quería escribir ni lo que me gustaría cambiar, y  me distraje adrede,  aprovechando un pequeño resquicio  entre lo muy  importante, ridiculizándome yo misma. Que es mejor  de vez en cuando gastar las energías  en cosas banales, y  no tanto, en pensar en las preocupaciones  que nos acechan y nos indignan  diariamente  y que no voy a enumerar. (Pero es superior a mí,  hay dos que casi se escriben solas  PARO, DESAHUCIOS)  Y no porque  sea mejor mirar para otro lado, o hacerse la  loca, no; si no porque ha  de haber  de todo y hoy sólo pretendía una entrada amable. Aunque  ya no sé hasta que punto el buen humor ¿ironía, sarcasmo? puede ser compatible con todo lo demás.

             Para darle  categoría a lo que uno escribe, de vez en cuando no queda más remedio que recurrir a las citas de los sabios, hoy le tomo prestada esta frase  a mi admirada paisana.

“Claro que hay que romper las  barreras,  pero ¿con qué ariete”? 
                                                                                      Rosa Chacel 


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 P. Merino