martes, 6 de marzo de 2012

Semana de almendros y de mujeres



            Porque los almendros  todavía no han hecho acto de presencia. Y por  las mujeres que siempre están, han estado y estarán presentes, pero incompresiblemente hay que recordarlo una vez al año,  como a los almendros.


                                                  Cuando me da por pensar

Hay más caminos, pero yo prefiero pasar por donde están los almendros.  Forman un  pasillo de tres  a cada lado y es un verdadero placer mirarlos cuando se ponen, todos a la vez, su anual vestido rosado cual  bailarinas de un ballet. Y sabiendo que me encanta su apariencia, me  engañan una vez más haciéndome creer que el buen tiempo  ya llegó, y que son compatibles con el frio o la nieve. Después se  camuflarán con  un color gris impreciso, para no estar “visibles”  cuando las nevadas tardías se presenten y les hagan quedar por  mentirosos.
   El camino que a mí me gusta podría llevar a cualquier otro lugar  más interesante,  como un bello jardín, un gran parque, o una hermosa  casa de estilo inglés, por decir algo. Pero no;  los almendros en cuestión adornan la entrada del  supermercado al que voy todos los días. La costumbre y la monotonía me dan  libertad para imaginar  otras cosas.
Y mientras transito por los pasillos atestados de cosas de comer y decido cual será el menú del día,  me da por pensar, me pasa muchas veces. Esta vez, en aquél país lejano gobernado por un Jeque árabe que mandó plantar una montaña entera de almendros, y cuando estuvieron  en flor, se lo ofreció a su amada, la favorita de su harem, porque un día se quejó de que no conocía la nieve.
Distraída  por estas cosas  no me doy cuenta de que por el pasillo de los yogures he pasado ya tres veces y que habré de cruzar hasta el otro extremo del laberinto para llegar donde está la frutería. Llego, y mientras mis ojos buscan los tomates para ensalada, me acuerdo, no sé porqué,  de otro  país muchísimo más lejano  donde hay  más montañas y más grandes y donde  no se cuenta con   los  almendros para  engañar  ni  complacer.
Allí, imagino a una mujer que  en nombre de muchas  se atreve a decir,  “Queremos salir de esta torre de tela que nos cubre de los pies a la cabeza para admirar  el  paisaje en toda su extensión, abarcar con la mirada lo de cerca y lo lejano, poder fijarnos en los detalles de las flores y la majestuosidad de los árboles.  Que cuando nos hablen nos miren a los ojos, y nosotras veamos con claridad los suyos. Queremos que el aire nos dé en la cara y nos alborote el pelo y que nadie se preocupe ni se ofenda  por ello”.
No quiero ni imaginar  lo que pudo ocurrir si algún jeque la escuchó. 
Este pensamiento que me gusta más y menos  (según se mire), me viene a la cabeza justo cuando tanteo los tomates con más interés del debido. Eso me vuelve a distraer y me olvido del asunto, con la misma facilidad que me quito   el guante   talla-única  que hay dispuestos  para  este menester.
Afuera, los almendros me esperan para presumir otro rato.
 Pero al salir,  decido pasar por otro camino que tiene plantados unos cuántos lilos,  que más adelante serán otro regalo para la vista.
 Teniendo en cuenta que no tengo casa con "patio particular", verdaderamente soy una privilegiada.

 
  Puri

7 comentarios:

  1. Ojalá todas las mujeres pudiesen caminar entre almendros, y soñar que le regalan montañas de almendros. Ojalá.

    Me ha gustado tu homenaje a la mujer.

    Besos

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  2. ESta tarde iré a ver los almendros del Parque de la Quinta de los Molinos que está al final de la calle Alcalá, no sé si lo conoces, pero merecer la pena. Ya os dejaré fotos en el blog.

    Me ha gustado tu relato entremezclando lo real y lo imaginado, y por desgracia comprobar que la realidad y el deseo, en este caso referente a la mujer, tienen su desarmonía.

    Mu bueno lo de los pasillos por el super.

    Un abrazo

    Luz

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    1. Kety; con más justicia para las mujeres de todo el mundo, sería suficiente. Lo mío más que un homenaje, es un recuerdo a cosas que pasan. Gracias de todas formas.

      Abrazos.

      Luz; Sí conozco de oídas la Quinta y creo que merece la pena visitarla aunque sea sin almendros. Me alegra que te guste el relato y que me digas porqué, todavía más.

      Abrazos.

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    2. Kety; con más justicia para las mujeres de todo el mundo, sería suficiente. Lo mío más que un homenaje, es un recuerdo a cosas que pasan. Gracias de todas formas.

      Abrazos.

      Luz; Sí conozco de oídas la Quinta y creo que merece la pena visitarla aunque sea sin almendros. Me alegra que te guste el relato y que me digas porqué, todavía más.

      Abrazos.

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  3. Todos los años hago una entrada con las primeras flores de almendro de mi tierra. Eso es un día: la lucha por la igualdad de la mujer debe ser algo permanente.

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    1. Hola, bienvenido a mi blog recién estrenado.

      A mí me indigna tener que luchar por eso, con los años que tiene el mundo ya... pero no hay más remedio.
      Las flores de almendro son preciosas en todos los sitios.

      Saludos, Puri.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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Por razones ajenas a la autora de este blog, no se admiten comentarios anónimos. Pido disculpas y espero volver a permitirlos más adelante. Gracias.